Roy Eberhardt ha llegado recientemente, y a pesar suyo, a Florida. “Disney World es cualquier cosa”, afirma rotundamente, “comparado con Montana”.

Su familia se muda constantemente, de modo que Roy ya está acostumbrado a ser el chico nuevo donde quiera que va. Los bullies de Florida no son muy distintos a los bullies de otras partes. Pero, contra todo pronóstico, Roy termina estando en deuda con el corpulento Dana Matherson. Si Dana no hubiera estado hundiendo sus pulgares en las sienes de Roy, y aplastando su cara contra la ventana del autobús escolar, Roy nunca habría visto a aquel chico corriendo por la calle. Y esa fue la primera cosa interesante que Roy vio en Florida.

El chico tenía más o menos la edad de Roy, pero no corría hacia el autobús escolar. No cargaba libros ni mochila y —aquí es cuando la cosa se pone rara— tampoco llevaba zapatos. Intrigado, Roy sigue el rastro del chico. Durante la persecución, conoce a otras de las extrañas criaturas de Florida: caimanes entrenados para ir al baño, el capataz de una construcción bajo asedio, búhos excavadores, un ecologista rebelde, algunos peces resbaladizos, el siniestro gerente de relaciones públicas de una casa de panqueques, y a varias serpientes venenosas con colas extrañamente brillantes.

Florida empieza a mejorar…